Bestia de la noche (Parte 1)

Bestia de la noche (Parte 1)

Me avergüenzo, me doy asco y soy de incapaz de hablarlo….Pero aquella noche de verano volvía de las fiestas del pueblo. Sí, tal vez más bebido de la cuenta. Ya me había despedido de mis amigos y estaba solo llegando a mi casa, tratando de disimular el pedo que llevaba para no despertar a mi familia. Pero al entrar al portal me empujaron bruscamente y caí confuso al suelo, sin tiempo para entender lo que ocurría. La fuerza de un hombre rudo me alzaba y me empotraba contra la pared. Fue entonces cuando pensé: “me van a robar, me quitará mi último iPhone que aún estoy pagando”.

Reaccioné por el frío de los azulejos. Con una mano aplastaba mi cara contra la pared y con la otra abarcaba mi cintura. El corazón me iba a mil y las piernas me empezaban a fallar del nerviosismo que me empezó a invadir. Trate de gritar pero con su mano fría y sudorosa me tapó rápidamente la boca.

De pronto un susurro: “si te portas bien no te pasará nada malo”. Era una voz grave y masculina, con aliento a alcohol impetuoso y cigarro. Me tenía sujeto con fuerza, se notaba que era un tío de gimnasio, grande que me superaba en talla y peso.

Tenía todo su cuerpo pegado y ejerciendo fuerza contra el mío. Cuando pude notar que ese cabrón estaba empalmado y mis nalgas aseguraban que no era ninguna broma el arma con el que me apuntaba.

No sé cómo pero en una milésima de segundo ese cabrón me había metido la mano que tenía suelta por dentro del pantalón y del calzoncillo. La metió hasta agarrarme con fuerza la polla y los huevos mientras me volvió a susurrar: “vas a ser mi puta esta noche”.

Yo noqueado y bloqueado nunca hubiera imaginado lo que estaba a punto de suceder. En un gesto rápido consiguió bajarme el pantalón dejando al desnudo mis nalgas. Yo intentaba safarme pero cuanto más lo intentaba más fuerte me empotraba contra la pared. Además me di cuenta de que eso le excitaba aún más. Sentí inútil cualquier intento de escaparme de aquella bestia, cuando de pronto me sorprendió el golpe de esa tremenda polla en mis cachetes al bajarsel su pantalón.

La tenía enorme, palpitante y diría que mojada porque había empezado a gotear. Yo gemía y me volvió a susurrar: ¿la sientes verdad? No te preocupes que te va a gustar. Acto seguido con la mano que me tapaba la boca, llena de mi saliva me la restregó por el culo, resbalando entre mis nalgas

Yo empecé a sentir un calor por todo el cuerpo, un sudor frío, no sabía si gritar…..

Fue entonces cuando esa bestia me abrió el culo con sus dedos y con una maestra puntería enfiló el animal que tenía hacía mis nalgas y pude sentir como se abría paso, como la saliva le ayudaba a adentrarse donde nunca nadie había entrado.

Sabía lo que hacía, fue en ese momento cuando me agarró de la cadera con una fuerza brutal y de un empujón atravesó mi cuerpo. El grito me salió solo y me volvió a tapar la boca mientras con la otra mano me tiraba del pelo. Por ese entonces aún lo llevaba largo, como por los hombros. Recuerdo que mordí su mano pero eso lo enfadó más y me empezó a follar más fuerte y se echó sobre mí, introduciendo todo aquel animal de carne dentro de mi culo. Lo sentía hasta en la garganta.

Creí que me abría en dos, fue tal el dolor que sentí que no pude evitar soltar alguna lágrima.

Hacía presión con su cuerpo, sentía su pubis totalmente pegado a mis nalgas, su pantalón vaquero, su cinturón, su fuerte olor a sudor. Ya no había vuelta atrás me había tomado por completo.  Cada vez lo hacía más y más rápido y no aguantaba más. De repente noté un ritmo diferente y que no paraba de jadear. “Toma mi leche, cerda”, me dijo y antes de que terminara la frase un chorro ardiendo me llenaba por dentro. El ritmo paró y aún con su rabo dentro, el líquido empezó a caer por mi pierna. Se estaba saliendo todo menos su rabo. La notaba dura aún y temía el momento de que la sacara. El roce me había dejado dolorido y su capullo era enorme. La sacó de un golpe se subió el pantalón y antes de salir del portal me dio una nalgada. “Aquí no ha pasado nada”, me dijo antes de marcharse, dejándome allí semidesnudo contra la pared con los pantalones y los calzoncillos en los tobillos.

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