Agujero negro

Agujero negro

Suena la puerta. Ya viene. Uno más y ya es el tercero de esta tarde. Pero mi culo quiere más. Yo a cuatro en la cama. En la habitación, a oscuras. Ese es el trato. Vienes me usas y te vas. Culazo tragón sumiso con ganas de rabo. Mi gancho en la descripción de Grindr. Me gusta ambientar mi casa como un cuarto oscuro. Esperar y que hagan con mi culo lo que quieran. Comer, follar, azotar, morder. Rabos grandes, rabos gordos, pequeños, hasta dos juntos vinieron una vez. Yo solo los siento cómo entran, cómo se mueven. No veo a sus dueños. Pero si les oigo gemir y decirme guarradas e insultarme. Eso me pone. Me excita. Ser un agujero. Que me usen y si quieren que se corran dentro o fuera. O que no se corran. 

Le notaba cómo andaba por mi casa buscándome. Se acercó a la cama y mi culo empezó a dilatarse para su próximo verdugo. El anterior ya me lo habia dejado bastante abierto y eso también ayudaba. Me agarró el culo y lo empezó a tocar para saber qué era lo que iba  disfrutar. Se chupó un dedo y empezó a jugar con mi ano ya mojado. 

-“Está ardiendo”, me dijo. 

-“Ya te lo han dejado preparado otros antes”, le respondí. 

De repente metió su dedo y empezó a moverlo en círculo dentro de mí. 

-”¿Cuántos te caben?”, preguntó.

-”Tú prueba. Pero no hables. Están prohibidas las preguntas”, le respondí.

No sé si no le gustó la respuesta y se enfadó pero el cabrón me metió tres dedos más. Y empezó a hacer el serrucho. Mientras con la otra mano notaba y escuchaba como se pajeaba. Yo gemía. El placer de los dedos me encanta. Sobre todo si los saben usar bien y apretar adentro pueden llegar a hacer correrme. Aunque estaba difícil porque con el segundo ya me había corrido pero necesitaba más. 

-”Si no la vas a meter ahí al lado tienes algunos juguetes por si quieres también”, le dije.

Al tio le ponía tenerme así pero ya me había escrito que igual no la metía por si estaba muy usado. Totalmente respetable. Así que le dejé los dos dildos para que me los metiera. Cogió el más grande, lo escupió y empezó a meterlo.

-”Me cabe hasta el fondo. Soy muy tragón”, le indiqué. Y acto seguido me lo estaba metiendo entero. Me movía para poder acomodarlo y él me marcaba el ritmo con su mano en mi culo.

Le notaba que se iba calentando porque se pajeaba más rápido y me daba más fuerte con el dildo. Así cada vez más adentro y rápido. Duraate un buen rato que ya hasta me empezaba a quemar.

-”Lubrícalo un poco”, le dije. Quería seguir recibiendo visitas, así que tenía que tener mi culo en las mejores condiciones para aguantar. Me lo imaginaba grande por el tamaño de su mano que notaba en el culo. Me gustaba pensar e imaginar cómo eran mis visitas. Eso me ponía más y sobre todo que disfrutaran de mi culo redondo y depilado, listo para destrozar.

De repente noté un chorro de semen en mi nalga. Caliente, líquida, que empezó a caer por mi culo hasta mi pierna. 

-”No te la limpies. Que el siguiente sepa que te acaban de lefar”, me ordenó. Mientras sacaba el dildo de mi culo. Se subió los pantalones y sin decir nada noté como daba pasos hacia la puerta y se fue de casa. Tenía el culo muy abierto. Ese dildo grueso me deja un buen agujero. Y ya quiero al siguiente.

-”Ya estoy libre ven cuando puedas”, escribí a un perfil que tenía esperando en la fila de la tarde en la aplicación.

Solo pasaron 10 minutos y de nuevo se escuchó cerrar la puerta. Ya llega el cuarto. A ver los que aguanto esta tarde.

Puntuación: 1 de 5.

El slip de mi tío

El slip de mi tío

Aún recuerdo el día que mi tío me pilló oliendo sus slips sudados y con olor a rabo y me sigo poniendo muy cachondo. Era el cumpleaños de mi prima y estábamos en su casa con toda mi familia. Ya lo había hecho más veces pero ese día fue diferente. Después de comer la tarta, subí las escaleras y fui directo al baño de arriba que estaba cerca de la lavandería. Antes de entrar al baño, abrí el cubo de ropa sucia y ahí estaban, unos slips grises de Abanderado con alguna que otra mancha amarilla y otras que parecían semen seco. Me empecé a acelerarme y a entrar en calor y notaba como me iba poniendo morcillón. Cerré la puerta del baño, me bajé los pantalones y empecé a sobarme mientras disfrutaba de ese olor. Una mezcla de sudor, ácido y placer. No apestaban, pero de los que le había pillado las anteriores veces que iba a su casa, estos eran los mejores.

Me los pegaba en la nariz mientras me acariciaba el rabo, que cada vez se iba poniendo más y más duro. Cerraba los ojos y pegaba buenas respiraciones, no podía oler otra cosa que no fueran esos slips. Cuando me los metí a la boca y lamí esas gotas que mi tío se había dejado me saqué el rabo y empecé a masturbarme. No podía parar. Era el mejor premio para un chico de 18 años que aún no había tenido relación con otros hombres y que había descubierto en casa de su tío un paraíso.

De repente, la puerta se abrió y yo intenté disimular pero fue imposible. Se me había olvidado poner el pestillo de la emoción y era mi tío. ¿Cuánto tiempo llevaría detrás de la puerta? Solté mi rabo pero no pude evitar que me viera con los pantalones en los tobillos y en su otra mano sus calzoncillos. 

– “Dámelos, tranquilo, no pasa nada”, me dijo.

Me sorprendió su reacción, yo no sé cómo hubiera reaccionado en su posición. Le devolví sus slips, se acercó a mí y me acercó su mano a su paquete. Tenía un buen bulto. Y él empezó a tocarme el mío mientras me volvía a poner sus slips en la cara. ¡No me lo podía creer, el corazón se me iba a salir! Se desabrochó el pantalón y vi su rabo encapuchado y peludo. Mi tío es un hombre grande, calvo, algo de barriga y muy peludo. Siempre me imaginaba como era su rabo y por fin pude salir de dudas. La situación también le estaba gustando porque rápido se le puso más dura y empecé a pajearle. Me escupió en la mano y se la agarré muy fuerte. Solo nos mirábamos y ninguno de los dos hablaba. La situación fue muy morbosa los dos de pie, pajeándonos frente a frente. De repente, me empezó a pajear con más fuerza y yo con sus slips en la boca, no pude evitar correrme rápido. Solté toda mi leche al suelo. No dejaba de gotear. Le miré, tenía cara de placer de verme correr, seguí un poco más con su rabo, me susurró que le diera más deprisa porque ya estaba a punto también. ¡Me iba a dar su leche! Al poco tiempo también se corrió también en el suelo, encima de mi leche. Lo dejamos lleno de goterones. Se subió el pantalón, se lo abrochó, se secó el sudor con la mano y con sus slips se marchó del baño. Y ahí me quedé yo, extasiado y limpiando el suelo para dejarlo como si allí no hubiera pasado nada. 

Ya han pasado 20 años desde ese día. Mi tío y yo llevamos una relación normal de tío y sobrino pero yo sigo soñando con ese momento que nunca hemos vuelto a repetir. Y aquí estoy ahora, pajeándome, oliendo unos slips que le robé otro día y pajeándome como si fuera ese día en su baño. 

Puntuación: 5 de 5.

Bestia de la noche (Parte 2)

Bestia de la noche (Parte 2)

Hacía una semana que me habían despedido del trabajo. Desde que empezó la obra ya había tenido alguna que otra discusión con el jefe de obra pero nunca pensé que me fuera a mandar a la calle, a mí, al constructor con más experiencia del pueblo. Las cosas tampoco habían estado bien en casa. Muchas discusiones con mi mujer, alguna más que subida de tono y casi llegando a las manos. Pero era algo que nunca haría. Fornido y corpulento con buenos brazos le hubiera dado un buen zurriagazo. Encima las fiestas del pueblo. Tener que aguantar a los vecinos bailando y contentos. Mientras yo viendo cómo iba a llegar a fin de mes.

Pero eso no me importó cuando el sábado me quedé horas pegado a la barra del bar de la verbena. Primero unos vinos, luego directamente me pasé a whiskazos. Ya había perdido la cuenta y casi hasta el conocimiento cuando los artistas anunciaban la última canción y ahora tenía que volver a casa. Por el camino delante de mí una figura se movía y contorneaba. Parecía guapa se le notaba buen cuerpo y podía ser un alivio para la semana de mierda que había tenido. La fui siguiendo, y me iba calentando por cómo movía el culo de un lado a otro como hipnotizándome. Un culo respingón que se le notaba en los vaqueros apretados y como movía su media melena. Que buena follada le pegaría, pensé. Y de repente decidí ir a por ella.

Al llegar al portal tuve que acelerar el paso y antes de que cerrara la puerta la empujé contra el suelo. No fue muy difícil levantarla con fuerza y empujarla contra la pared porque era delgada y bajita. Mi polla había empezado a ponerse como una piedra, nunca la había notado tan dura y palpitaba.Se la pegaba cerca para que la sintiera y supiera con lo que se iba a encontrar. Cuanto más gemía y se intentaba escapar más cachondo me ponía. Tenía ganas de clavarsela como una bestia. En cuanto pude le metí las manos en el pantalón para tocarle ese culo que había estado contemplando durante el camino y metí más la mano para tocarle su vagina. Quería sentirla.

Pero de repente noté unos huevos y un rabo. ¡No era una tía a la que había estado siguiendo!. ¿Y ahora? Ya no había marcha atrás. Era mejor terminar lo que había empezado. Me puse más nervioso y con fuerza le bajé los pantalones y unos slip negros que llevaba. Era un culo redondo y perfecto, blanco y sin un solo pelo. Con la mano húmeda con la que le tapaba la boca se la pasé por el culo y también por mi capullo aunque casi no hacía falta porque empezaba a gotear de lo cachondo que me ponía la situación. Le abrí el culo fuerte con los dedos en busca del agujero. Traté de escupirle pero no acerté. Me acerqué a su oído y con cierta dificultad por el alcohol le dije cerdadas y le llamaba puta y cerda.

Era la primera vez que follaba un culo y me estaba gustando. Estaba duro y apretado y notaba perfectamente como mi polla entraba y salía de él. Me sentía poderoso haciendo lo que quería con ese joven. Mi mujer no me dejaba follar rápido y con él estaba aprovechando para destrozarle el culo. Mis huevos peludos y llenos de leche le golpeaban mientras con la otra mano le cogía del pelo y le tiraba hacia atrás. Además su movimiento para intentar escaparse me agitaba aún más la polla.

Hasta que de repente no pude aguantar más y solté toda la leche que llevaba acumulada de la semana. No paraba de salir y ya empezó a caer por la pierna del chico. Odio el semen y antes de mancharme saque la polla de un golpe sin importarme si le hacía daño con el capullo. Creo que ya le había hecho bastante daño como para fijarme en eso.

Rápido me vestí, le di una nalgada de macho y me marché antes de que me identificara y que empezara a amanecer.

Puntuación: 1 de 5.

Bestia de la noche (Parte 1)

Bestia de la noche (Parte 1)

Me avergüenzo, me doy asco y soy de incapaz de hablarlo….Pero aquella noche de verano volvía de las fiestas del pueblo. Sí, tal vez más bebido de la cuenta. Ya me había despedido de mis amigos y estaba solo llegando a mi casa, tratando de disimular el pedo que llevaba para no despertar a mi familia. Pero al entrar al portal me empujaron bruscamente y caí confuso al suelo, sin tiempo para entender lo que ocurría. La fuerza de un hombre rudo me alzaba y me empotraba contra la pared. Fue entonces cuando pensé: “me van a robar, me quitará mi último iPhone que aún estoy pagando”.

Reaccioné por el frío de los azulejos. Con una mano aplastaba mi cara contra la pared y con la otra abarcaba mi cintura. El corazón me iba a mil y las piernas me empezaban a fallar del nerviosismo que me empezó a invadir. Trate de gritar pero con su mano fría y sudorosa me tapó rápidamente la boca.

De pronto un susurro: “si te portas bien no te pasará nada malo”. Era una voz grave y masculina, con aliento a alcohol impetuoso y cigarro. Me tenía sujeto con fuerza, se notaba que era un tío de gimnasio, grande que me superaba en talla y peso.

Tenía todo su cuerpo pegado y ejerciendo fuerza contra el mío. Cuando pude notar que ese cabrón estaba empalmado y mis nalgas aseguraban que no era ninguna broma el arma con el que me apuntaba.

No sé cómo pero en una milésima de segundo ese cabrón me había metido la mano que tenía suelta por dentro del pantalón y del calzoncillo. La metió hasta agarrarme con fuerza la polla y los huevos mientras me volvió a susurrar: “vas a ser mi puta esta noche”.

Yo noqueado y bloqueado nunca hubiera imaginado lo que estaba a punto de suceder. En un gesto rápido consiguió bajarme el pantalón dejando al desnudo mis nalgas. Yo intentaba safarme pero cuanto más lo intentaba más fuerte me empotraba contra la pared. Además me di cuenta de que eso le excitaba aún más. Sentí inútil cualquier intento de escaparme de aquella bestia, cuando de pronto me sorprendió el golpe de esa tremenda polla en mis cachetes al bajarsel su pantalón.

La tenía enorme, palpitante y diría que mojada porque había empezado a gotear. Yo gemía y me volvió a susurrar: ¿la sientes verdad? No te preocupes que te va a gustar. Acto seguido con la mano que me tapaba la boca, llena de mi saliva me la restregó por el culo, resbalando entre mis nalgas

Yo empecé a sentir un calor por todo el cuerpo, un sudor frío, no sabía si gritar…..

Fue entonces cuando esa bestia me abrió el culo con sus dedos y con una maestra puntería enfiló el animal que tenía hacía mis nalgas y pude sentir como se abría paso, como la saliva le ayudaba a adentrarse donde nunca nadie había entrado.

Sabía lo que hacía, fue en ese momento cuando me agarró de la cadera con una fuerza brutal y de un empujón atravesó mi cuerpo. El grito me salió solo y me volvió a tapar la boca mientras con la otra mano me tiraba del pelo. Por ese entonces aún lo llevaba largo, como por los hombros. Recuerdo que mordí su mano pero eso lo enfadó más y me empezó a follar más fuerte y se echó sobre mí, introduciendo todo aquel animal de carne dentro de mi culo. Lo sentía hasta en la garganta.

Creí que me abría en dos, fue tal el dolor que sentí que no pude evitar soltar alguna lágrima.

Hacía presión con su cuerpo, sentía su pubis totalmente pegado a mis nalgas, su pantalón vaquero, su cinturón, su fuerte olor a sudor. Ya no había vuelta atrás me había tomado por completo.  Cada vez lo hacía más y más rápido y no aguantaba más. De repente noté un ritmo diferente y que no paraba de jadear. “Toma mi leche, cerda”, me dijo y antes de que terminara la frase un chorro ardiendo me llenaba por dentro. El ritmo paró y aún con su rabo dentro, el líquido empezó a caer por mi pierna. Se estaba saliendo todo menos su rabo. La notaba dura aún y temía el momento de que la sacara. El roce me había dejado dolorido y su capullo era enorme. La sacó de un golpe se subió el pantalón y antes de salir del portal me dio una nalgada. “Aquí no ha pasado nada”, me dijo antes de marcharse, dejándome allí semidesnudo contra la pared con los pantalones y los calzoncillos en los tobillos.

Puntuación: 1 de 5.

Puntuación: 1 de 5.

Premio y castigo

Premio y castigo

Nos empezamos a besar tumbados, desnudos en la cama. De repente veo como sus manos
bajan por mi espalda y van directas hacia el culo.
Me abre las nalgas y empieza a acariciar mi ojete, se salpica la mano con sus babas y empieza a
toquetear mi entonces cerrado agujerito.
Después de acariciarlo, mete un dedo y empieza a inspeccionar con desafío, veo como sus
suaves caricias se tornan más agresivas, hasta que de repente mete el segundo sin pensárselo
y para de besarme.

-Qué bien que dilatas siempre, me dice.

Yo me río y le sigo besando, pero él aparta la cara.

-Quiero meterte le puño tío, hace mucho que no lo hago y me daría mucho morbo
hacerlo contigo.

-Es que nunca me lo han hecho tío, me da miedo.

-No te preocupes, voy despacio que yo controlo, si ves que te duele me avisas y
paramos.

Asiento con la cabeza: estaba acojonado pero demasiado cachondo como para decir que no a
cualquier propuesta que me hiciera. Quita los dedos de mi culo, se levanta, coge mis piernas
con fuerza y las arrastra al filo de la cama, poniéndolas en alto sobre sus fuertes hombros.
Coge la crema lubricante que había en el primer cajón de la mesita y embadurna su mano, que
además era grande, con todo el producto. Empieza metiendo dos dedos de golpe como un
bestia y yo gimo de gusto. De repente empieza a excavar y hacer movimientos circulares
dentro de mi ojete y yo me muevo pero no opongo resistencia, la verdad es que no era
desagradable.
Sigue con el mismo movimiento durante un buen rato, yo cada vez noto más espacio
ocupando la zona.

-Ves, ya tengo dentro los cinco dedos, ¿ves que no te ha dolido? Ahora falta empujar.

Y así fue, empezó a empujar hacia dentro, repitiendo los mismos movimientos circulares y casi
hipnóticos cediendo cada vez su mano más hacia adentro, hasta que llega un momento que
detiene ese movimiento y empieza a empujar su mano con firme decisión. Pego un berrido: el
dolor era tan insoportable que me ahogaba, no podía ni volver a gritar de nuevo.

-Para tío por favor, que me duele mucho.

Acerca mi cara, juntando su nariz con la mía y me mira con sus ojos: eran puro fuego,
inyectados en sangre y brillaban: Vamos, que estaba más cachondo que un perro viendo como
sufría. Me acaricia la cara con cariño con un mano y con la otra sigue empujando a pesar de
mis súplicas.

-¡Para, para, para!, digo gritando.

-Buuuf, queda poco cariño, un empujoncito y ya, lo único que me molesta un poco el
hueso de la muñeca y quiero ir con cuidado.

Fíjate si iba cerdo que me llamó hasta cariño. Bajé la mirada y tenía la polla dura y se le
marcaban cada una de sus venas, yo sólo pensaba en ese trofeo que me iba a llevar si
aguantaba, así que aguanté: todo sea por ver mi sueño cumplido, el que un millón de personas
matarían por conseguir.
Volvió a empujar y yo ya ni grité, apreté los dientes y se me cayó una lágrima del ojo derecho,
que él, al ver cómo caía por mi mejilla, secó de un lametazo en la cara.

Es que es una pasada tío, te dan hasta calambres en las piernas, dijo el hijo de puta.
De repente sentí el agujero más cedido que nunca y un pinchazo muy intenso con el que no
pude evitar soltar un sonoro quejido. De golpe me tapa la boca con su mano.

Tío, nos van a oír los vecinos.
Y así fue, mirando por la ventana de su habitación que comunicaba a un patio de luces común,
que en ese momento era más de luces que nunca, vi como todos los vecinos curiosos iban
encendiendo todas las bombillas de sus habitaciones, que se veían como luciérnagas en mitad
de la noche oscura.
Sentí que me ahogaba, así como un fuerte pinchazo en el estómago que luego iba recorriendo
todo mi cuerpo, las lágrimas caían solas con decisión sobre mis mejillas, ya rojas por la
excitación y por sus manos, que apretaban cada vez más fuerte contra ellas. Aparté su mano
como pude para intentar zafarme pero él la utilizó para cogerme del cuello, aunque esta vez
con menos fuerza.

Tío por favor, déjalo que me duele un huevo, le supliqué entre susurros y sollozos.
Tenía miedo de gritar, lo conocía y sabía de su carácter autoritario, quizás se cabreaba y me
metía la mano de golpe si armaba demasiado escándalo, y más con lo descontrolado que
estaba. Y es que era igual de jefe que follando: un cabrón al que le molaba verte sufrir.

Buuuf, no me digas eso que me corro.

No te lo digo para que sigas, te lo digo para que pares.

Venga va perro, que falta nada.
Me dio una hostia en la cara y un beso en el cuello. Es que al final de esto se trataba este
juego: de sufrimiento y de recompensa.
Piensa en el trabajo que te ha prometido, en los editores de publicaciones que conoce, en el
mundo en el que se mueve, en todo lo que te puede ofrecer que tú por su propio pie no has
conseguido ni ver de lejos, por fin vas a conseguir que alguien vea tu libro y que incluso, lo
publique una gran editorial, pensé para mí.
En ese momento apretó mucho más fuerte, yo apreté los dientes con más fuerza, pero no
pude evitar coger el brazo que estaba intentando meter para que parara, como un acto reflejo,
que é me lo quitó de un manotazo. El grito que metí fue brutal, pero aquí él ya estaba tan
caliente que ni siquiera se dio cuenta: lo vi su boca medio abierta, sus ojos depredadores
mirando al objetivo y su capullo duro ya babeando.

-Ya está dentro.

De repente, siento como ese calambre en el estómago insoportable se convierte en ardor,
eran puras brasas subiendo por mi ojete hasta la zona baja de mi vientre. Entonces vuelve al mantra de los movimientos circulares del principio y yo experimento un placer indescriptible
que traduzco en forma de gemidos encendidos mientras él me besa para apagarlos. A la
mierda los putos vecinos, ¡esto era la hostia!

Después de un buen rato para y veo como me va sacando la mano poco a poco hasta que
termina de quitarla, ya en el momento final soplo con fuerza. Ahora llegaba el premio: su polla
dura dentro de mi ojete dilatado por sus habilidosas manos.

Me aparta las piernas de sus hombros, me coge al vuelo y me lanza con desdén, como una
manta que vas a acabar colocando en un día de invierno sobre la cama para resguardarte del
frío, hacia el centro de la cama. Se sube encima de mí, choca mi nariz con la suya, me coge los
brazos y los levanta hacia el cabecero sujetándolos con sólo una mano y con la otra me coge
del cuello.

-Ya eres mío, me dijo dibujando una sonrisa retorcida.

Ya no se habló mucho más en ese súper polvazo después de eso: sólo alguna petición de
“dame más fuerte” por mi parte y un “me corro, cabrón” mutuo como remate final.
Después de la follada se levanta, busca en su pantalón tendido en el suelo y arrugado el
paquete de tabaco y el mechero y lo enciende, sentándose con las piernas abiertas a los pies
de la cama, con el rabo aún medio duro y con los restos de la lefa que había dejado minutos
antes en mi ojete. Se gira y me sonríe, me acaricia y luego me sacude la cara con fuerza hacia
un lado: de nuevo premio y castigo.

-Buen perro sumiso.

Yo le sonrío con complicidad pero no me la devuelve, gira la cabeza y mirando al frente
dándome la espalda, sigue fumando, y sin girarse dice:

-Mañana iremos a ver a Antón, ponte guapo y quítate el pendiente de la nariz, que
detesta esas moderneces, trae el borrador del libro imprimido, yo se lo presentaré por
ti, no hables a menos que se dirija a ti, para lo demás yo seré el que hable. Si la
reunión sale bien, firmarás el contrato y serás escritor.

Lo miré sonriendo de oreja a oreja, pero él estaba de espaldas y no podía ver mi cara de
alegría. No me pude contener, lo agarré por detrás con fuerza mientras seguía fumando y le di
un mordisquito en la nuca.

-Me ha molado un montón tío, ya lo haremos más.

Y es que al final, había merecido la pena.

Texto: @davidbarcelonao

Yo Controlo

Yo controlo

Yo controlo el ritmo. 
Yo controlo el aliento. 
Yo controlo la respiración. 
Yo controlo tus ojos. 
Yo controlo tus manos. 
Y tu sudor. 

Yo controlo cuando te como. 
Yo controlo cuando te follo. 
Tu no controlas mis besos. 
Ni cuando te escupo. 
Ni cuando te pego. 
Ni cuando ni como te la meto. 

Yo controlo mi corrida. 
Yo controlo tu corrida. 

Yo controlo, todo.

¿Qué te ha parecido?

Puntuación: 5 de 5.