La primera vez que escuché la palabra ‘cruising’ no sabía de qué estaban hablando. Había visto a gente que tardaba mucho en los urinarios sin mear, o miradas en los parques cuando salía a correr a media tarde que me ponían nervioso y hasta morcillón, pero no sabía que se llamaba así.
Y la verdad es que me daba curiosidad. Ese día estaba viendo la televisión hablaban sobre el cruising en Madrid. Y en el reportaje mencionaron el parking de la plaza de toros de las Ventas. Yo vivo muy cerca de ahí y no sabía que era un sitio tan popular entre la comunidad gay. Miré el reloj y vi que eran las 11 de la noche. En pijama y tirado en el sofá, pero con ganas de un rato de morbo y lefar a alguien. Así que me puse el chandal, revisé cuanto tardaba el próximo autobús que pasaba por ahí, me lavé los dientes y me limpié con una toallita húmeda y un poco de jabón la zona y salí a ver qué me encontraba. No tenía muchas esperanzas porque era miércoles, pero bueno bastante que me había animado a salir y a curiosear. Si no encontraba nada pues una paja en casa y a dormir.
Me subí al bus y me fui para los asientos del fondo. No había mucha gente pero en uno de los asientos un chico joven me llamó la atención y nos quedamos mirando. Me empecé a poner algo nervioso porque tenía unos ojos claros que atravesaban. Y eso que con la mascarilla no le veía toda la cara pero tenía pinta de ser guapísimo. También vestido co ropa deportiva y con los cascos puestos escuchando música. Me senté en los últimos asientos y de vez en cuando se volteaba para mirar. Yo hacía que no me enteraba mirando por la ventana pero en realidad me estaba dando cuenta de todo. El trayecto era corto y cuando estaba cruzando el puente de la M30 y me iba a levantar para dar al botón de la parada vi que él también lo hacía, se puso de pie y esperó hasta que el autobús se parara mientras no dejaba de mirarme.
Me volví a sentar y de los nervios mejor esperé y me bajé en la siguiente parada. Seguro que vivía por esas casas, no creo que fuera al mismo sitio que yo. Quién sabe.
Aguanté un rato más en el bus y pensé en darme la vuelta y volver a mi casa pero me apetecía ver en persona lo que decían por la televisión. Así que me bajé, me encendí un cigarro y poco a poco me fui acercando de nuevo para la plaza. Según había visto el movimiento estaba por los coches, pero en el parking solo había 3 y parecía que no había nadie dentro. El corazón me iba a mil de los nervios. Y eso que todavía no había visto nada, pero solo por el hecho de la situación. Me seguí acercando y efectivamente, los coches estaban vacíos. No era como en la tele que había algunos cerca de otros hablando por la ventanilla y demás. Igual era un mal día o había más movimiento los fines de semana. A lo lejos vi un chico que se acercaba por la acera y se metía entre los árboles hacía la carretera de la M-30. Pensé “no pierdo nada acercándome” ya que estaba ahí. Y me dirigí hacia allí. Salí del asfalto y vi un camino de tierra que bajaba. Trate de no hacer mucho ruido y eso que casi me resbalo con las zapatillas. Llegue hasta abajo y pasaba algún que otro coche, pero nada más. Hasta que de repente vi tres sombras al fondo. Estaban muy juntas aunque no conseguía distinguir mucho con la oscuridad. Me fui acercando y ya vi más claro que había dos chicos besándose y un tercero, que creo que era el último que había llegado, de rodillas chupándoles la entrepierna y con los pantalones bajados que se le veía el culo. El corazón me iba a mil y hasta el rabo me palpitaba. Estaba temblando de los nervios y quería sacármela y empezar a pajearme con lo que estaba viendo. Me acerqué un poco más esperando que me vieran por si me echaban o me dejaban acercarme. Aunque me apetecía también quedarme de observador. Me bajé un poco el pantalón, me escupí en la mano y empecé a acariciarme el prepucio. Ellos seguían a lo suyo y yo estaba a mil. De repente uno de los tres me miró. ¡No podía ser! Era el rubio del autobús. Me hizo un gesto de que me acercara con ellos pero me quedé de piedra. Hasta había dejado de pajearme. Entonces se acercó hacía mi. Y sin decir nada me comió la boca mientras me agarraba el rabo. No podía ni moverme, estaba tan nervioso como cachondo. Me ponía la situación pero era mi primera vez. Me dijo que fuera con ellos, pero le respondí que estaba solo de paso, que nunca había venido y que prefería quedarme donde estaba. “Disfruta del espectáculo entonces”, me respondió, sonrió y se volvió donde los otros. Me iba a reventar el rabo y no iba a aguantar mucho más. Empecé a darle cada vez más rápido y sin hacer mucho ruido para no interrumpirles un chorro salió disparado. Me sequé las ultimas gotas con la mano, y luego la pasé por unas hojas del árbol donde estaba apoyado. Me coloqué bien los pantalones y sin darme cuenta el rubio volvía a estar cerca de mí. “Otro día vienes con más calma”, me dijo al oído.
Desde ese día, cada vez que paso por allí y tengo tiempo bajo a ver que hay. Algunos días encuentro algo interesante y otros nada, pero así es el cruising. Inesperado.