El slip de mi tío

El slip de mi tío

Aún recuerdo el día que mi tío me pilló oliendo sus slips sudados y con olor a rabo y me sigo poniendo muy cachondo. Era el cumpleaños de mi prima y estábamos en su casa con toda mi familia. Ya lo había hecho más veces pero ese día fue diferente. Después de comer la tarta, subí las escaleras y fui directo al baño de arriba que estaba cerca de la lavandería. Antes de entrar al baño, abrí el cubo de ropa sucia y ahí estaban, unos slips grises de Abanderado con alguna que otra mancha amarilla y otras que parecían semen seco. Me empecé a acelerarme y a entrar en calor y notaba como me iba poniendo morcillón. Cerré la puerta del baño, me bajé los pantalones y empecé a sobarme mientras disfrutaba de ese olor. Una mezcla de sudor, ácido y placer. No apestaban, pero de los que le había pillado las anteriores veces que iba a su casa, estos eran los mejores.

Me los pegaba en la nariz mientras me acariciaba el rabo, que cada vez se iba poniendo más y más duro. Cerraba los ojos y pegaba buenas respiraciones, no podía oler otra cosa que no fueran esos slips. Cuando me los metí a la boca y lamí esas gotas que mi tío se había dejado me saqué el rabo y empecé a masturbarme. No podía parar. Era el mejor premio para un chico de 18 años que aún no había tenido relación con otros hombres y que había descubierto en casa de su tío un paraíso.

De repente, la puerta se abrió y yo intenté disimular pero fue imposible. Se me había olvidado poner el pestillo de la emoción y era mi tío. ¿Cuánto tiempo llevaría detrás de la puerta? Solté mi rabo pero no pude evitar que me viera con los pantalones en los tobillos y en su otra mano sus calzoncillos. 

– “Dámelos, tranquilo, no pasa nada”, me dijo.

Me sorprendió su reacción, yo no sé cómo hubiera reaccionado en su posición. Le devolví sus slips, se acercó a mí y me acercó su mano a su paquete. Tenía un buen bulto. Y él empezó a tocarme el mío mientras me volvía a poner sus slips en la cara. ¡No me lo podía creer, el corazón se me iba a salir! Se desabrochó el pantalón y vi su rabo encapuchado y peludo. Mi tío es un hombre grande, calvo, algo de barriga y muy peludo. Siempre me imaginaba como era su rabo y por fin pude salir de dudas. La situación también le estaba gustando porque rápido se le puso más dura y empecé a pajearle. Me escupió en la mano y se la agarré muy fuerte. Solo nos mirábamos y ninguno de los dos hablaba. La situación fue muy morbosa los dos de pie, pajeándonos frente a frente. De repente, me empezó a pajear con más fuerza y yo con sus slips en la boca, no pude evitar correrme rápido. Solté toda mi leche al suelo. No dejaba de gotear. Le miré, tenía cara de placer de verme correr, seguí un poco más con su rabo, me susurró que le diera más deprisa porque ya estaba a punto también. ¡Me iba a dar su leche! Al poco tiempo también se corrió también en el suelo, encima de mi leche. Lo dejamos lleno de goterones. Se subió el pantalón, se lo abrochó, se secó el sudor con la mano y con sus slips se marchó del baño. Y ahí me quedé yo, extasiado y limpiando el suelo para dejarlo como si allí no hubiera pasado nada. 

Ya han pasado 20 años desde ese día. Mi tío y yo llevamos una relación normal de tío y sobrino pero yo sigo soñando con ese momento que nunca hemos vuelto a repetir. Y aquí estoy ahora, pajeándome, oliendo unos slips que le robé otro día y pajeándome como si fuera ese día en su baño. 

Puntuación: 5 de 5.